Hace poco tiempo leí un cuento de un autor cubano, titulado “Astronomía se escribe con G”. El autor se referia a la similitud de las palabras "Astronomía" con Gastronomía". La verdad es que no me gustó la manera como el autor desarrolla el tema, y hasta me hizo pensar que si siguió por ese camino, todavía debe estar jugando en la segunda división de los cuentistas cubanos. Pero debo aclarar. Una parte del cuento me gustó mucho, sólo una parte: el título. Al verlo, recordé aquella tarde de primavera, hace ya casi ocho años, en la que les preguntaba a los gestores de la divulgación científica del Observatorio Fabra qué haríamos para atraer público durante el verano. Es la época en la que los estudiantes están de vacaciones y el público tiene una oferta tan grande de actividades, que una visita científica despierta poco interés. Unos días después nos reunimos de nuevo y fue cuando Lluís Gómez y David Pujol lanzaron la propuesta: hagamos una cena y, si tenemos éxito, la repetimos. ¿Qué era tener éxito? Nosotros mismos nos pusimos la meta: había que recibir al menos treinta personas.
Sobra decir que fue una temporada exitosísima pues en ella recibimos un total de 1500 comensales. Pero no fue fácil. Laie se encargaba de la parte gastronómica y Ángela, mi esposa, y yo, de preparar el observatorio con un ambiente adecuado. Cada día había que iluminar el ambiente y para ello teníamos que tender más cien metros de cables eléctricos, y al final de la cena teníamos que recoger todo el cableado y también las lámparas para dejarlas a buen recaudo dentro del observatorio. Teníamos también cada día que montar todo lo necesario para el sonido, altavoces, micrófono y consola, y nosotros mismos nos encargábamos de su manejo.
Durante el evento yo hacía de maestro de ceremonias. Daba la bienvenida, y hacía una corta charla en la que explicaba lo que era el observatorio Fabra y lo que los visitantes podrían ver en su interior. Hacía siempre el mismo discurso, cosa que me atormentó al final de la temporada, cuando me di cuenta de que los camareros lo repetían de memoria en son de chanza. Desde entonces decidí no repetir jamás, salvo en casos excepcionales, aunque para ello tuviera que redoblar mis esfuerzos de preparación.
El problema más agobiante era la recogida de todos los elementos cada día después de la cena. A esa hora ya estábamos cansados y para recoger los cables teníamos que pasar por el bosquecillo que rodea la explanada donde hacemos las cenas, que estaba plagado de jabalíes atraídos por el olor de la comida.
En cada una de las temporadas siguientes hicimos alguna mejora. En la segunda conseguimos un asistentes que nos ayudaba con las labores de montaje y desmontaje y con la recepción de los visitantes; luego otro que hacía de maestro de ceremonias y a mí me quedaba hacer la charla técnica. En la tercera temporada conseguimos un administrador para el evento y teníamos ya un embrión de museo que le añadía variedad a la visita. Luego el Ayuntamiento de Barcelona tomó parte activa del evento y financió la remodelación del museo y de la cúpula y la construcción de la terraza de madera sobre el terrado en el que poníamos las mesas. Por último, vino Armengol y entonces podemos decir que las cenas llegaron a su madurez.
Este año haremos la octava temporada de un evento que comenzó como un ensayo y terminó convirtiéndose, como lo vaticinamos hace ya cinco años, en un clásico de los veranos de Barcelona. Y es que era fácil predecirlo porque las cenas del Observatorio Fabra son únicas. En la ciudad hay miles de ofertas gastronómicas: cenas con danza y baile, con música, con cine, con poesía. Pero, ¿con ciencia, y en directo? Es una oferta que no tiene parangón. Y en lo científico tampoco lo tiene porque creo que no hay observatorio astronómico en el mundo en el que se pueda decir, como en el Fabra, que astronomía se escribe con G.
Antonio Bernal
Astrónomo, divulgador del Observatorio Fabrahttp://www.soparsambestrelles.com/
2 comentaris:
Cómo hicistéis para tener a los jabalíes a ralla?! ;P
Rita:
Gracias por leer el escrito del blog que, por el comentario, deduzco que has tenido la paciencia de llegar, al menos, casi hasta la mitad.
Nuestro problema no era mantener los animales esos "a ralla", sino mantenerlos "a raya".
En cuanto al plural, dice la Academia de la Lengua en su Nueva Gramática (3.1.2a):
"Las terminaciones en Í, Ú tónicas tienden a admitir las dos variantes del plural. Se dice, pues, jabalíes o jabalís".
No utilicé la primera forma por esnobismo sino por "crianza". Es la que se usa en mi país natal.
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