La constelación del Cisne es una de las pocas del cielo que hace honor a su nombre pues permite ver la figura del animal dibujada con estrellas. También se llama “cruz del norte”: el palo menor y los dos brazos forman dos triángulos que son las alas del cisne en vuelo; el palo mayor es el cuello que termina en la estrella Albireo. Así pues, esta estrella es el pico del Cisne. Aunque parece que su etimología fuera árabe, por el comienzo en “al”, en realidad se trata de una deformación del nombre original ab ireo, aparecido en el Almagesto, y se refería a una planta aromática usada por los romanos en su farmacopea.
Esta estrella, también llamada b del Cisne, es un débil punto de luz, difícil de localizar en el cielo cuando se la quiere enseñar a un observador sin experiencia. Pero cuando la vemos a través del telescopio, la sorpresa está garantizada. Lo primero que observamos es que la estrella no es una sola, como la vemos a simple vista, sino que son dos que se ven claramente diferenciadas en el ocular. Albireo es doble, con dos componentes que están unidas por la fuerza de la gravedad, de la misma manera que lo están la Tierra y la Luna. En realidad esto no es una novedad porque las estrellas dobles son muy abundantes en el cielo, hasta el punto de que hoy se cree que más de la mitad de las conocidas lo son. No es una cualidad fácil de determinar. Podría ser que en el telescopio veamos dos estrellas muy juntas pero que sólo sea un efecto de perspectiva, mientras que en la realidad ambas están muy alejadas entre sí. Pero en el caso de Albireo, y después de décadas de estudio, se sabe que forman un verdadero par que interactúa a través de la fuerza de la gravedad.
Lo más sorprendente para quien observa por primera vez estas estrellas es que son de colores diferentes y muestran un gran contraste. Una es más bien amarillenta mientras que la otra es azulada. Este contraste cromático, unido al intenso brillo con que se ven, comparado con la observación a simple vista, hacen de Albireo una de las estrellas más extraordinarias del cielo para ser observada con telescopio.
Además de la sorpresa que nos depara su observación, la estrella es también una fuente de reflexión en muchos aspectos. Pensemos, por ejemplo, en la distancia. Albireo se encuentra a unos cuatrocientos años luz, por lo que podemos decir que la luz que vemos hoy es la que partió de allá hace cuatro siglos y eso significa que la información que poseemos de la estrella no es la de hoy sino la del pasado: estamos viendo la estrella como era hace cuatrocientos años. Mirarla es un viaje al pasado, en tiempo real. Por ejemplo, puesto que las dos componentes van girando la una en torno a la otra, la posición que apreciamos en el telescopio no es la actual sino la que tenían hace cuatro siglos. Por otro lado, podemos hacer un ejercicio mental que es justamente el opuesto al que acabamos de describir: supongamos que alrededor de una de las dos componentes hay un planeta habitado por una civilización capaz de ver, por medio de telescopios muy potentes, la vida que se desarrolla en la Tierra. Si ahora mismo nos están observando, ¿qué verán? Pues no podrán ver las Cenas con Estrellas del Observatorio Fabra, sino que estarán mirando nuestro pasado. Quizás vean a Galileo cuando, hace ya cuatrocientos años, apuntó por primera vez su telescopio al cielo y se quedó pasmado al ver las maravillas que contiene. Entre ellas, en primera fila, está Albireo.
Antonio Bernal
1 comentari:
No podría estar más de acuerdo con Ud. en lo referente a la grata impresión que causa Albireo al verla por primera vez a través de un telescopio y aún después de muchas observaciones. Es realmente mi estrella favorita a pesar de no impresionar con su brillo. Como muchas cosas en la naturaleza debes de buscar la belleza oculta.
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